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Alma Leira 4°1

Tan doloroso que mata


Ojalá pudiera decir que es un día como cualquier otro, y que esta es una carta de amor, pero también es una de despedida.

Ayer te perdí y de alguna forma me perdí a mí también.

Tomaste tu vida en tus propias manos, sin pensar en nosotros, yo sabía que algo andaba mal, tanto silencio durante meses en vos fue raro.

Te fuiste sin dejar una explicación más que deudas pagas por tu seguro de muerte, yo sé que no te dejaban vivir en paz pero de todas formas me quedaron por decir cosas, miles y millones, pero decidí reducirlas a una carta.

Entiendo tu muerte, tu suicidio, pero no la comparto, me solucionaste pagar muchísimo dinero, pero podíamos haber buscado otra manera.

Espero que con este simple papel, donde sea que estés sepas lo mucho que te amamos y aunque no lo creas me duele... Me dueles en el alma, en la piel, en las entrañas, me dueles en memoria y en ausencia. Siento aún tu olor entre mis sábanas, despierto casi sin poder respirar en medio de la noche buscando tu mano, y solo encuentro tu falta aquí.

¡Que difícil!

Todo lo llenabas, podía escuchar tus pasos acercándose en las noches, puedo sentir tu voz allá a lo lejos ¡Qué cruel es la memoria! Sí cierro los ojos un ratito aún siento tu mano descansando en mí, aún tus ojos se posan pícaros en los míos.

Estás aunque te fuiste, puedo verte tal como si estuvieras recorriendo mis rincones.

¿Sabes? Te veo en los ojos de tus hijos, en sus silencios, en sus palabras.

Querido Dios, que pase rápido esta angustia que cercena mi corazón, quiera el destino que algún día vuelvas a tocar mi puerta, a sentir mi alma unida a la tuya. Si ya no puedo verte más y en otra persona puedo ver tus ojos, prometo seguirte hasta que el mundo termine, pero si no fuera posible, solo espero lo mejor para vos.


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