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Carla Fernández y Leila Franco 4°1

Amigo fiel hasta la eternidad


Liliana era una pacífica y bondadosa chica nacida en Italia a comienzos de la segunda guerra mundial. A causa de esto sus padres se vieron obligados a partir hacia Argentina para darle una vida más serena y un mejor futuro. Al cumplir los 20 años Lili decidió independizarse de sus padres y consiguió un trabajo y obtuvo el dinero para comprarse su propia casa en un pintoresco barrio.

Su madre le regaló un hermoso cachorro para que se sintiera en compañía al regresar a su hogar luego de un largo día de trabajo. Le dio el nombre de Sabu, él se volvió su fiel compañero, eran como carne y uña. Salían a correr todas las mañanas, paseaban por la cuidad, compartían buenos momentos y también los más tristes. Sabu siempre estaba para consolarla y animarla. Meses después Liliana conoció a un chico llamado Nicolás con quien comenzó un noviazgo que duraría alrededor de cinco años hasta el día que él le propuso matrimonio. Para celebrar la propuesta ellos decidieron hacer un corto viaje a Bariloche, dejando a Sabu al cuidado de sus padres. Al tercer día desde su llegada, descubrió a su futuro marido sonriendo como nunca antes lo había hecho con otra mujer en brazos al costado de un restaurante. Ella corrió muy furiosa y decepcionada hasta su auto con lágrimas humedeciendo su pálida cara. Al entrar a su auto condujo sin rumbo hasta que una poderosa avalancha la cubrió por completo sin dejarle ninguna escapatoria. Ese mismo día a 14.000 kilómetros de distancia en Buenos Aires Sabu aulló sin descanso por toda la casa preocupando a los padres de Liliana, sin poder hacer nada para tranquilizarlo. A las pocas horas les llegó la desgarradora noticia sobre el accidente que había sufrido su amada hija unas horas antes, dejándola sin vida. Unos minutos después,en la antigua cama de Lili descubrieron a Sabu dormido para ya nunca más despertar. Los padres de la mujer decidieron sepultar a Liliana en el cementerio de Recoleta en Buenos Aires y junto a ella las cenizas de su perro Sabu quien la acompañaría por el resto de la eternidad. Una vez a la semana se presentaba un misterioso hombre que le dejaba flores en la puerta de la tumba y huía antes que alguien pudiera preguntarle algo. Muchos serenos sospechaban que se trataba de Nicolás rogándole el perdón en la bóveda de Liliana.


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